07 noviembre 2013

Inaugurada en Guadalajara la exposición sobre la romanización en la provincia

ENTRE LOS YACIMIENTOS EXPUESTOS, QUE SE PODRÁN VISITAR HASTA EL 2 DE FEBRERO EN LA SALAS DEL DUQUE EN EL PALACIO DEL INFANTADO, DESTACA EL DE LA NECROPOLIS TARDORROMANA HALLADA EN EL PARAJE DE “LAS ZORRERAS” DE YUNQUERA DE HENARES.

José Luis González y David Meco al lado de una urna con restos hallados 
en la necropolis de Yunquera

El pasado miércoles, con la presencia de José Luis González León, David Meco González y José Antonio Pérez Navarro en representación del Ayuntamiento de Yunquera de Henares, se inauguró en el Museo de Guadalajara la exposición “La romanización en Guadalajara”. En dicha  exposición se realiza un recorrido desde la llegada de los romanos a estas tierras habitadas por los celtíberos y los carpetanos, para ocuparse después del proceso de la romanización con la implantación de las ciudades y las villas. La muestra también recoge el fenómeno de la romanización en la Antigüedad Tardía. También se realiza un recorrido de las diferentes actividades de la vida cotidiana, la religión, las costumbre funerarias, etc.


Entre los yacimientos expuestos destaca la necrópolis tardorromana de Las Zorreras, uno de los más importantes del centro de la Península que fue excavado en nuestra localidad hace pocos años.
La excavación de la necrópolis de Las Zorreras (Yunquera de Henares, Guadalajara) ha permitido documentar la existencia de un área funeraria compuesta por un total de 70 sepulturas, aunque puede asegurarse que el número de enterramientos era sensiblemente mayor, ya que parte de la necrópolis se ha visto muy afectada por el continuo laboreo agrícola de la zona. La necrópolis está compuesta por un total de 70 sepulturas, en su gran mayoría enterramientos en fosa simple excavados en la tierra y orientados E-O, con algunos ejemplos de orientaciones excepcionales N-S. En ciertos casos se ha podido documentar la utilización de estructuras rectangulares fabricadas en opus signinum o mediante alineación de tejas hincadas sobre el terreno. En el primero de los casos se puede hablar de verdaderos mausoleos, tanto por la envergadura de la estructura como por la perfección de la fábrica. Como se ha dicho, la mayoría de las sepulturas, sin embargo, son simples fosas excavadas sobre el terreno sin apenas preparación. En varias fosas se colocó una teja sobre la cabeza del cadáver con objeto probablemente de proteger esta parte del cuerpo, considerada tradicionalmente receptáculo del espíritu del muerto. A veces también, se colocaron cantos en forma de almohada bajo la cabeza para asentar bien el cadáver o el catafalco a la hora de la inhumación. Precisamente la aparición de diversos objetos de clavazón, a veces en número más que significativo y a distinto nivel, sugiere la utilización frecuente de algún tipo de estructura de madera tipo catafalco o ataúd para la deposición del cadáver.


Se han podido documentar asimismo algunas piezas destacadas del depósito funerario, entre las que cabe destacar diversos objetos de adorno personal como pendientes, anillos, pulseras, etc. realizados en metal y piedras de diverso valor. Además, en un número significativo de sepulturas se han podido documentar también los restos metálicos de los clavos que tachonaban las suelas de las sandalias (caligae) de los difuntos. En varios casos, incluso, se ha conservado la impronta que dejó sobre el terreno un calzado de este tipo. La excavación de la necrópolis de Las Zorreras ha puesto de manifiesto la gran difusión entre la población de este tipo de calzado, una especie de sandalia alta cerrada y de suela claveteada originalmente destinada a la milicia. Se trata de un caso más de la traslación a la moda civil de un elemento propio y característico de la indumentaria militar, fenómeno bien conocido en el Bajo Imperio y al que parece corresponder también la proliferación de uso de hebillas de cinturón.

Por lo que respecta a la disposición de las tumbas, la necrópolis se extiende sobre una suave ladera orientada hacia el oriente. Parece observarse dentro de la misma una división neta entre dos sectores con una cesura diagonal muy marcada, probablemente debida a la acción del continuo laboreo de la zona, que debe haber arrasado buena parte de la necrópolis. De hecho, la mayor parte de las sepulturas conservadas apenas conservan una potencia estratigráfica superior a los 15 cm. Como rasgo significativo, el sector noroccidental cuenta con un número importante de sepulturas que podrían catalogarse de prestigio (5 sepulturas), mientras que el sector suroriental no posee ninguna de este tipo. Esta separación quizá esté relacionada con la condición social de los enterramientos, aunque la más que posible destrucción de tumbas en la zona central de esta necrópolis hace imposible saber con certeza si esto fue así.


En resumen, a través de los materiales descritos y de la propia configuración de la necrópolis pueden constatarse dos fases de ocupación diferentes entre la segunda mitad del siglo II d.C. (probablemente desde el último tercio de dicha centuria) y el siglo IV d.C., siendo lo más probable que la mayor parte de las sepulturas correspondan a este último momento de utilización del espacio funerario, dado que prácticamente la totalidad de los depósitos funerarios se fechan en este momento y el grueso de las sepulturas parecen ir asociadas de alguna forma a esos enterramientos para los que poseemos datos fiables en cuanto a cronología.
La exposición se podrá visitar hasta el día 2 de febrero en la Salas del Duque del Museo de Guadalajara ubicado en el Palacio del Infantado.